Siguiendo la psicologia budista, desde el punto de vista del yo (Ego) la creatividad trata de la noción de logro competitivo, de ideal, de objetivo. La Creación supone el concepto de querer lograr algo; tratamos de hacer que la situación corresponda con la idea que nos hemos hecho de lo que queremos lograr, comparamos el sueño con la realidad. En última instancia ése no es el verdadero proceso creativo, sino que es una creación en sentido único que puede desgastarse. Hemos construido algo y se acabó; no tiene adonde ir. Es una inspiración muy limitada.
Por el contrario, en el otro enfoque (la verdadera creación) no tenemos ni meta ni objetivo, no nos hemos propuesto nada, y cada situación es un fin en sí misma. Nos dejamos llevar por la situación, y esta situación nos va conduciendo a otras, nos va abriendo nuevos horizontes. Así que seguimos sin parar, pasando de una etapa de desarrollo a otra, sin ambición y sin detenerse. No se propone llegar a la iluminación, pero cada situación lo va llevando a la siguiente, hasta que un día se encuentra iluminado. Esto sucede porque se relaciona con las cosas por lo que son y no en función de alguna meta que se haya propuesto.
Cuando la motivación proviene del yo, está motivada por la ambición. La otra posibilidad es saber apreciar la creación misma con naturalidad, en vez de estar fascinado por lo que uno está haciendo. Si sintonizamos con el verdadero proceso creativo, con el goce de crear, descubriremos una fuente inagotable de creatividad.