El hombre se enfrenta al reto de ser responsable de su existencia. Su estar en el mundo le concierne primordialmente a él. Bajo la amenazadora e ineludible sombra de la muerte, la existencia se vive con ansiedad, se hace demasiado solida y abrumadora para ser aceptada del todo. Esta certeza de la muerte nos hace apartar de la inmensidad del ser y caer en la preocupación por las «entidades particulares del mundo» ( Aquello que esta basado en el “tener”: poseer cosas materiales, rodearnos de círculos de gente, hacer acopio de conocimientos, incluso poseer nuestro cuerpo y nuestra mente…). Nos apartamos de nuestro ser esencial para dirigirnos hacia la seguridad ilusoria que ofrecen las situaciones externas compuestas de cosas diferentes.

Evadirnos de nuestra responsabilidad existencial quedando absortos en esas entidades particulares es una característica básica del estar solo inauténtico. Este estado atribuye una autosuficiencia inherente a las entidades de las que se ocupa elevándolas a una posición ilusoria última. Esta situación parece ofrecernos seguridad y dominio, ocuparnos sin peligro de cosas que están fijas y en fronteras limitadas; por ello evitamos ocuparnos del incomprensible problema que es toda nuestra existencia. Pero por mucho que intentemos convencernos de que todo va bien, de que realmente no hay nada de que preocuparse, no podemos impedir que, ocasionalmente, las tensiones subyacentes a nuestra existencia erupcionen a la superficie y rompan en pedazos nuestra placidez.

En estos momentos experimentamos ansiedad. Esta ansiedad no se enfoca en ningún ente particular, sinó en la existencia como tal. “Aquello frente a lo que tenemos ansiedad es el Ser en el mundo”. Con la ansiedad nos vemos enfrentados al hecho abrumador de haber nacido solos y tener que encarar la muerte solos.

Lo que pretendíamos evitar al huir hacia el dominio del tener, de repente, de un modo poderoso y manifiesto, se presenta en toda su inmensidad. Produce ansiedad porque amenaza al núcleo mismo de la supuesta seguridad y plenitud de sentido que pretendemos haber encontrado en el mundo de las cosas. Dicha ansiedad existencial (ontológica) puede ser muy molesta porque bajo su influencia comprendemos que hemos dedicado nuestras vidas a una búsqueda incansable de sombras distantes y fantasmas, mientras que hemos ignorado lo más cercano a nosotros, nuestra existencia misma. Vemos cara a cara el hecho desconcertante de que nuestra absorción en el reino de las cosas particulares es una huida sin sentido de lo que nunca podemos escapar. Por mucho que intentemos superar la ansiedad viéndola como algo irracional o neurótico, y tratemos de olvidarla, regresando a los asuntos más acuciantes del mundo, la muerte nunca se marchará.

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Santi Perich

Psicólogo Col.12669 con una consulta situada en el centro de Sabadell.

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