La bondad esencial o ese «ser tal como somos» representa el nacimiento de la amabilidad incondicional hacia uno mismo. Dentro de las tradiciones budistas i taoístas se ha asimilado esta bondad esencial al proceso de clarificación del agua turbia.
Naturalmente, el agua permanece clara y transparente, pero la agitación puede levantar el lodo del fondo y enturbiarla. Lo mismo ocurre con nuestra conciencia, esencialmente limpia y transparente, pero que también puede verse enturbiada por los pensamientos y emociones contradictorias. ¿Qué otra cosa podemos hacer -si queremos limpiar el agua- sino dejar que se sedimente?. Si hacemos cualquier esfuerzo por limpiarla, no haremos más que seguir ensuciándola. No conviene, por tanto, que nos digamos: “los pensamientos positivos me liberarán de la tristeza” porqué sólo conseguiremos hundirnos más en ella hasta acabar en la depresión. Tampoco nos interesa decirnos: “la expresión del enfado me liberará de la ira” porque, en tal caso, no haremos más que extender la suciedad. El agua de la conciencia sólo recupera su transparencia cuando nos damos cuenta de la suciedad y reconocemos que nosotros no somos el ruido provocado por la turbulencia del pensamiento y del sentimiento. Y es que, cuando dejamos de reaccionar ante él -lo que sólo enturbia más nuestra conciencia- el barro puede volver a sedimentarse en el fondo.