El poder de las palabras y su fuerza en el acompañamiento a otras personas puede llegar a ser asombroso.
Os dejo un breve relato sobre las posibilidades curativas de las palabras (y las plegarias):
En cierta ocasión fue requerida la presencia de un maestro para que tratara de curar a un niño enfermo y el maestro se limitó a pronunciar una breve plegaria. Entre los presentes se hallaba una persona escéptica que manifestó abiertamente sus dudas con respecto a la eficacia de aquel sistema curativo tan poco ortodoxo. Entonces el maestro se giró hacia él y le espetó: “¡Tu no sabes nada sobre este asunto. Eres un auténtico ignorante!”. La persona se enojó con esa respuesta y su rostro se congestionó por la ira y, cuando estaba a punto de responder, el maestro prosiguió: “Si unas pocas palabras tienen el poder de hacerte enfadar hasta ese punto ¿por qué no iban a tener otras palabras el poder de curar?»