Es fácil confundir aceptación con resignación, Cuando en realidad nada tiene que ver lo uno con lo otro. La aceptación nos recuerda la importancia de reconocer lo que hay, soltando la exigencia de que las cosas sean distintas de lo que son. Aceptar no es resignarse, como tampoco renunciar a hacer lo que uno siente que debe o puede hacer. De hecho, podemos acoger la vida tal y como se presenta, y a la vez emprender la opción más deseable para nuestro bienestar. Resignarse es adoptar una postura pasiva ante el devenir, que a su vez encubre un victimismo que considera a la vida como un “valle de lágrimas”. Quien se resigna se postra ante una rendición de la productividad vital; asimismo, desde tal actitud, se considera que nada se puede hacer para reorientar situaciones o mantener un espíritu atento a las oportunidades y cambios en el devenir.

La aceptación nos dice que podemos desaprender la ya conocida “ruta neuronal” de “huye o lucha”. La alternativa a “resistirnos” es mantenernos conscientes en lo que la vida pone en nuestro camino, en vez de tratar de evadirnos porque las cosas no son “como queríamos que fuesen”. Se trata de decir sí a lo que hay y de sintonizar con el ahora tal y como es.

La aceptación supone aflojar y abrirse creativamente a lo que tenemos ante nosotros. Sucede que, al dejar de oponer resistencias a la inevitabilidad de muchos sucesos, descubrimos en nosotros una mayor energía para sanar y transformar lo que se ha hecho consciente y es susceptible de cambio.

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Santi Perich

Psicólogo Col.12669 con una consulta situada en el centro de Sabadell.

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