Hay una historia muy divertida (que cuenta el maestro Zen Thich Nhat Hanh ) que ocurrió hace muchos años en un hospital psiquiátrico de Vietnam:
Un paciente tenia mucho miedo de las gallinas que andaban sueltas por el patio del hospital. Cada vez que veía una salida corriendo. Un día una enfermera le pregunto: «porqué lo haces’» El joven le contesto que estaba convencido de ser un grano de maíz y temía que las gallinas se lo comieran. El medico lo hizo venir a su consulta y le dijo: «eres un ser humano, no un grano de maíz. Mira, tienes ojos, nariz, lengua, un cuerpo, igual que yo». El paciente asintió. Después el medico le pidió que escribiera una y otra vez en una hoja: «soy un ser humano, no un grano de maíz». El joven lleno varias páginas con aquella frase, parecía hacer grandes progresos. Cada vez que el enfermero le preguntaba «Quien eres?» siempre respondía: «Soy un ser humano, no soy un grano de maíz». Los médicos estaban muy contentos y le dieron el alta.
Mientras el paciente caminaba hacia el consultorio, vio una gallina y salió corriendo a toda velocidad. El enfermero viéndolo le pregunto enojado: «Que haces?, porque huiste?. Lo estabas haciendo muy bien, ya sabes que eres un ser humano, que no eres un grano de maíz». El joven paciente respondió: «Si, yo sé muy bien que soy un ser humano y no un grano de maíz. Pero las gallinas no lo saben».
Muchas personas hacemos cosas por las meras apariencias; no porque creamos que sean importantes, sino porque creemos que los demás las consideran importantes.