Interesante es el despertar espiritual de Tolstoi después de las muchas dudas y reticencias intelectuales que le acosaban. Esta es una experiencia decisiva a este respecto que él mismo describió así:
«Recuerdo que un día de primavera estaba solo en el bosque, escuchando sus mil rumores. Aguzaba el oído y mi pensamiento, como siempre, se volvía hacia aquello que lo ocupaba desde hacía ya más de tres años: «La idea de Dios no es Dios», me decía a mí mismo. «La idea es aquello que surge de mí. La idea de Dios es cualquier cosa que yo pueda despertar en mí, pero no es esto lo que busco, yo busco aquello sin los cual la vida no podría ser». Era como si todo muriera a mi alrededor y de nuevo sentí deseos de acabar con mi vida. Pero entré en mí mismo y recordé todos los arrebatos de desesperación y de esperanza que me habían asaltado cientos de veces. Recordé que tan sólo vivía cuando creía en Dios. Ahora, al igual que entonces, cuando creía conocer a Dios vivía, pero apenas lo olvidaba y cesaba de creer en El, dejaba de vivir.
«Qué significaba entonces toda esta exaltación y esta desesperación? Yo no vivía cuando perdía la fe en la existencia de Dios. Me hubiese suicidado hace tiempo, si no hubiese tenido la vaga esperanza de encontrarlo. Mientras, seguía viviendo, pero sólo vivía realmente cuando buscaba y sentía su presencia. Pero, entonces, ¿ qué es lo que todavía busco? -gritaba una voz en mi interior-. Por lo tanto, estaba claro que era sin Él sin lo que no podía vivir. Conocer a Dios y vivir eran una misma cosa. Dios es vida. Si se vive buscando an Dios, ya no volverá a haber más vida sin él. Y, más que nunca, todo se iluminaba en mi, y en torno a mí. Y desde entonces, esa luz ya nunca me abandonó»