Los budistas utilizan el mismo término (sánscrito chitta) para referirse a la mente y al corazón (señalando a su pecho cuándo están hablando de su mente). Siglos de experiencia meditativa han acabado poniendo de relieve que la mente -el rasgo fundamental de la conciencia humana- no es tanto la mente pensante como la gran mente, el conocimiento directo y amoroso hacia todo lo que es.

Como señala J. Welwood, el corazón no tiene nada que ver con el sentimentalismo, sino que es una presencia directa que nos permite sintonizar plenamente con la realidad. En este sentido se trata de la capacidad de conmover a los demás y de ser conmovido por ellos, de conectar con los demás y de permitir que los demás conecten con nosotros, una doble actividad que nuestro lenguaje expresa cuando decimos, por ejemplo, «le entregue mi corazón» o «le abrí mi corazón», equiparando el corazón a una puerta batiente que se abre en ambas direcciones. Y es que, al igual que ocurre con el movimiento de sístole y diástole, la mente-corazón implica tanto la apertura receptiva a los demás (o dejar ser) como la salida activa para encontrarse con ellos (o ser con ellos). De formas muy diferentes, el trabajo psicológico y el trabajo espiritual engrasan las bisagras que permiten la apertura completa de esa puerta en ambas direcciones.

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Santi Perich

Psicólogo Col.12669 con una consulta situada en el centro de Sabadell.

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